Nada. Cabeza en blanco, hoja desordenada. Mente aleatoria, dispersa, aislada de la realidad. La dificultad de conectar con el exterior, salir de la cápsula. Estado inerte. Trato de acelerar la catarsis, forzarme a la risa, al llanto, quebrarme. Nada. Demasiado tiempo, demasiado esfuerzo. Rehuyo de mí misma, pierdo el control sobre mi propio control. El desencanto de afuera propicia el repliegue hacia lo inexistente, que ni siquiera es perfecto. De la risa, la mueca y no el sonido. De las lágrimas, el sabor y no la huella. Nada. Absolutamente nada. Tan inconsistente que no puedo definirla. Tanto vacío que me ocupa por completo. Una nada que no puedo desalojar. Aunque pudiera descubrir donde tiene el fondillo del culo, de todas maneras no tendría el coraje para pegarle una patada. Si ella ya no está, si me saco esta nada de encima, ¿qué me queda? Un complejo conglomerado de todo lo que no soy, una mezcla de esencias ajenas, caóticas, ridículo simulacro de coherencia... por lo menos, la nada es lo más representativo que tengo.
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